viernes, 18 de julio de 2008

Cosas que se pueden hacer en un bus

· 31 Opiniones

Soy usuario regular de los autobuses desde que tengo memoria. En casa nunca hubo carro, por lo tanto no crecí con esa "comodidad" y no aprendí a verlo como una necesidad. Actualmente no poseo uno, y con la crisis petrolera hoy en día, no tengo intenciones de adquirir uno.

Con tantos años viajando en transporte público, he visto de todo. Desde choques y accidentes, hasta carterazos y pleitos dentro del bus.

Por eso me llama mucho la atención el tipo de cosas que la gente hace durante los minutos u horas que gasta uno en estas latas colectivas. Cito algunos ejemplos:

Leer el periódico:
Esta es una de las más comunes. El típico señor que va con La Extra o abierta de par en par leyendo como el más concentrado. La persona que va a la par y los que van de pie van tratando de leer por lo menos qué dicen los encabezados y si es La Teja tratando de ver la chavala de la contraportada. Personalmente esta nunca la he podido lograr. El periódico es sumamente grande, y si se dobla hay que estarlo desdoblando para pasar de página, y tampoco lo puedo llevar entero de par en par porque se me empieza a desarmar y se salen la mitad de las páginas por debajo. Se incomoda a la persona que va a la par, y a veces si el bus se mueve mucho o hay muchos huecos en la calle, me dan nauseas.

Escuchar música:
Esta es un poco más tecnológica. Desde el radiecito de un rojo que venden en la avenida central hasta los que llevan su iPod, pasando por los walkman, discman, MP3 y cuanto chunche se le puedan pegar unos audífonos. Los que me hacen más gracia son los chavalillos muy retro que van con sus audífonos tipo DJ enormes al mejor estilo de los años 80. En este sentido la gente no molesta porque van en su mundo. Sólamente se vuelve irritante cuando se ponen sin darse cuenta a "cantar" o tararear lo que van oyendo. Peor aún si es música en inglés.

Mandar mensajes por celular:
La era moderna también trajo la adicción a mandar mensajes de texto. Conozco decenas de personas que pagan más por mensajes de texto que por tiempo de llamadas en su recibo mensual. Esta se volvió la práctica más común en los autobuses desde hace unos años, y ahora todo mundo cuando se aburre, y no tiene nada que hacer, entonces se dedica a joder a otros.
Es de todos los días abordar un autobús y ver a mínimo 10 personas tecleando sus mensajitos a punta de pulgar y a más de 30 palabras por minuto. Es toda una nueva ciencia de taquigrafía!
LASTIM Q LOS SMS C STAN KGNDO N L IDIOMA SPANIOL


Comer:
Alimentarse es una necesidad básica del ser humano, y hemos comprobado que los autobuses no están exento de convertirse en comedores. Desde papas tostadas, plátanos, yuquitas y gelatinas que se venden en la misma parada del bus, hasta las cosas más inimaginables.
Chicles, confites, mentas, chocolates y toda clase de golosinas. Algunos más naturales llevan frutas. Otros van con su bolsita de maní, y cuando se bajan dejan en el suelo una alfombra crujiente de cáscaras en el suelo. He visto gente con combos completos de comida rápida.
No falta quien lleve una pizza en caja. Todo el bus se llena del olorcillo, y ojalá sean como las 7pm cuando todo mundo va rumbo a casa con hambre. También he visto ya en varias ocasiones a una pareja que gusta de desayunar en las mañanas en el bus rumbo a Chepe. Jugo o café, pan con algo y hasta frutas!
Pero no hay nada más típico y más molesto, que el clásico fulano que va comiendo pollo frito. Toooodo mundo en el bus percibe inmediatamente ese característico aroma a grasa requemada. Y es peor cuando está cayendo un baldazo y el bus va con todas las puertas y ventanas cerradas. Esta práctica es tan común que no son pocas las paradas de buses donde instalan una venta de pollo al puro frente, como para que alguien haciendo fila se antoje. Y peor aún si va uno de pie y le toca ver la astucia con que el fulano va con sus manos llenas de grasa, chupándose hasta el último hueso. Al terminar meten todos los huesos en la bolsita, le hacen un nudo y la tiran al piso, y finalizan limpiándose las manos en el asiento del bus.
Un amigo me contó que en un bus de desampa una vez venía un carajo con tanto estilo que con una sola mano desmenuzaba un cuarto de pollo asado, lo ponía en una tortilla y se iba comiendo gallitos de pollo.
Creo que de las costumbres de la gente que viaja en bus, esta puede ser la más molesta.

Videojuegos:
Como parte de las nuevas tecnologías, los videojuegos portátiles vinieron a simplificar la vida del que quiere jugar pero no quiere estar en su casa frente a su TV o computadora para jugar. Desde los que tienen un Tetris portátil hasta los de sistemas más complejos como PSPs. Un dato curioso de estos es que despiertan siempre la curiosidad de sus vecinos que si alcanzan a poder ver, van siguiendo el juego desde sus asientos.

Dormir:
En cualquier viaje que supere los 30 o 40 minutos, nunca falta quien prefiera invertir ese ratillo en echarse su buen sueñito. Y las posiciones incómodas que adopta la gente tratando de acomodarse son dignas de admirar. Desde el que va con la cara pegada a la ventana, con la boca abierta y casi babeando, hasta el que tiene la cáscara de recostarse en el/la desconocido/a que va a la par.
Acaso nunca han tenido que contenerse la carcajada cuando alquien se va durmiendo en el bus, cabeceando como delantero de fútbol, y de repente el bus frena y quedan con la cara estampada en el asiento del frente... jajaja, yo sí!




Estas son sólamente algunas de las costumbres que he podido ver y documentar.

La próxima semana esteré publicando la segunda parte de este post con la otra colección de hábitos que la gente practica en el transporte público.

Saludos cordiales!




domingo, 13 de julio de 2008

Hay cosas que nunca fallan!

· 11 Opiniones

Hay cosas que nunca fallan, como esas secuencias de eventos que siempre suceden casi de forma implícita, y si el primero de ellos no sucede, ninguno de los demás sucederá.

El pasado jueves al salir de mi trabajo, el clima tropical hacía su manifiesto presumiendo de su riqueza en humedad. Es decir, llovían sapos y culebras. Nada fuera de lo normal en estas latitudes y en esta época del año, y tampoco es razón para estresarse. Mi amigo, el siempre fiel y "llévelo por si acaso", el paraguas sale al rescate, y bajo el pequeño toldo negro tengo un refugio temporal de las miles de gotas que se precipitan hacia mi.

Bajo el torrencial aguacero llego a Chepe Centro donde espero a mi esposa. Un café y un rato después nos decidimos a ir al cine. Cualquiera de los relativamente aledaños al casco urbano y donde alguno de los estrenos de temporada nos entretenga un rato.

Por cierto, como comentario irrelevante, aunque la película estuvo entretenida, recordé el por qué ir al cine en las primeras semanas de julio es una embarcada, cuando decenas de cientos de carajillos están de vacaciones, y cualquier tanda del día parece matiné. Pero eso es tema para otra conversación.

En fin, al salir del cine aún llovía y se hacía tarde, y como buen peatón, necesito una manera segura de llegar a casa, relativamente seco y pronto. Aún le queda un día laboral a mi semana. Bajo la lluvia salimos apresurados buscando la atestada parada de buses donde unas 20 personas se aglomeran para huir del aguacero.

Analizando el presupuesto y las opciones, un taxi parece ser todavía viable, y como caído del cielo en ese momento uno decide aparecer justo al frente de donde ibamos pasando y nos hace luces. Es uno de esos momentos donde uno dice "Qué maravilla, para variar un poco, algo me está saliendo bien".

Pero nosotros los realistas sabemos que esa clase de coincidencias siempre llevan trampa. Cuando luego de conversar un poco con el chofer acerca de los precios de la gasolina, de las alzas, de la delincuencia, la sele, el pronto a iniciarse campeonato de fútbol, y el infaltable tema de conversación de los taxistas... el clima, es decir, los temas de actualidad, finalmente llegamos a casa.

Una vez cancelada la astronómica tarifa nos dirigimos a la seguridad del hogar. Iría el taxista a escasos 100 metros cuando la pregunta de mi esposa salta (las mujeres tienen un don especial para recordar toda clase de detalles)... ¿y el paraguas?

-¡Mie...! - fue lo único que pude expresar en ese momento.

Cien metros más allá, empapando la alfombra de un Elantra rojo, va mi paraguas, cómodamente acomodado donde no me mojara ni las piernas ni los zapatos, en el mejor lugar para dejarlo olvidado. Siete rojos más para sumarle a la tarifa del taxi.

Lo suficientemente aguevado ya en casa pienso en todo lo que debí haber hacho para no dejarlo botado... amarrarlo al salveque, ponerlo en la manilla de la ventana, no sé, mil ideas que ya no servían de nada. Para ese momento el flamante "pinguino" automático con teflón y carpa extra grande ya estaría en las manos de algún suertudo que al día siguiente iría a rajar del paraguas fino que se encontró en un taxi.

Pero la historia no termina ahí...

Para los que conocen la famosa "ley de Murphy" es totalmente lógico que el viernes tuve que ir al brete sin mi preciado y necesario paraguas. A la hora de ir al trabajo, no hay nada abierto, y como es temprano, aún no hay vendedores de chucherías en las esquinas.

Por la tarde el predecible baldazo no se hizo esperar, y al momento de salir de ni trabajo y llegar a Chepe, hubo que buscar techitos y luchar contra la marea de gente que también corre para no mojarse.

El dilema... ¿Desviarme bajo el aguacero a buscar un paraguas, o tratar de llegar al bus rumbo a casa lo antes posible procurando no empaparme (más). Al final, desmotivado por estar ya 70% cubierto de agua, por la masa de gente y lo torrencial del mini-diluvio, decidí irme a casa.

-El fin de semana, con paciencia, buscaré uno nuevo- Pensé resignado.

¡Pero adivinen qué! Mi fin de semana se me fue haciendo mil cosas distintas a las que había planeado. Ahorita es domingo por la noche. Mañana es día laboral de nuevo, y me toca ir a trabajar... ¡sin paraguas!

Tengo la opción de llevarme uno de los desechables, enormes e incómodos que he tenido que comprar en la avenida central a los ambulantes por rojo y medio, pero por enorme probablemente lo deje también perdido, y hasta puede que a propósito.

Luego les contaré en qué termina esta historia...


lunes, 7 de julio de 2008

Lleve sus chucherías

· 10 Opiniones


¡Paraguas y sombrillas a mil!
¡Películas a mil y a mil quinientos las porno!
¡A quinientos la espada luminosa!

Ropa, adornos, lapiceros, estuches para celular, tarjetas para toda ocasión, peluches, juguetes y mil cosas más, se consiguen aquí en la avenida central. La billetera, el bolso de moda, la bufanda del Ché Guevara!

El boulevard y la cantidad de gente que lo transita hace de esta zona tierra fértil para los vendedores ambulantes que a poquitos hacen su agosto, y comprando a 500 y vendiendo a 1000 la ley de la oferta y la demanda les pone el arroz y los frijoles en la mesa.

Y es que si uno recorre los alrededores del Mercado Central, Parque Central, Iglesia de La Soledad y lugares más cercanos a las paradas de autobuses, la oferta de productos varía. Ahí venden chiles, limones, aguacates, o la fruta de temporada. Solamente en la avenida central nos ofrecen la variedad de artículos que mejorarán nuestra vida sustancialmente.

Definitivamente si hay tantos, es porque ciertamente hay gente que les compra. Personalmente no soy uno de sus clientes. Lo más que he comprado en un par de ocasiones son sus paraguas de mil pesos cuando oportunamente una tarde de febrero se viene un baldazo inesperado, y los oportunos vendedores en menos de 10 minutos están ofreciendo las de repente necesarias sombrillas a los incautos como este servidor, a pesar de que no me llama la atención comprar cosas en la calle. Pero como peatón constante, la avenida central es un lugar de paso practicamente cotidiano.

En verano nos ofrecen gorras, lentes de sol, hasta la crema bronceadora maya macrobiótica que nos dará el bronceado salvaje que raya en la quemadura animal. Para el invierno, las sombrillas, paraguas y hasta ponchos dominan la oferta. Si de pronto se nos viene una ola fría ellos tienen guantes, bufandas, boinas y hasta abrigos "de marca" que tanto necesitamos. En febrero las tarjetas, peluches, rosas artificiales y cuanto chunche tenga un corazón dominan el mercado. Y en diciembre venden las chucherías luminosas para el festival de la luz y el confeti para el avenidazo. Ellos están en todas!

Veremos qué sucede ahora que el boulevard de la avenida 4 apareció... ¿será competencia o la oportunidad de abrir sucursales?


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